El arte de limpiar la cera de los oídos

Publicado en por Lǔ Xī Xī

Tras unas merecidas vacaciones cogiendo kilos a base de comer salmorejo, flamenquines, albóndigas, chícharos, huevos fritos, papas a lo pobre, jamón, queso y mil delicias más que no quiero nombrar porque de repente me está entrando mucha hambre, he vuelto a China. Antes de venir a Qīngdǎo (青岛), he hecho un viajecito de dos semanas por China en el que me lo he pasado pipa, debido en gran parte a los fantásticos compañeros de viaje que he tenido.

Hemos visitado seis ciudades (y seis provincias), lo que, para el poco tiempo que hemos tenido, no está nada mal. Algunas ciudades ya las conocía, otras no, pero todas tenían su encanto. En Chéngdū (成都) me han llamado la atención muchas cosas: el Buda gigante de Lèshān (乐山大佛), los altos rascacielos, los simpáticos pandas... pero para esta entrada me quedo con el tradicional oficio de los limpiadores de cera.

En esta ciudad es habitual encontrarse en las calles y salones de té a señores hurgando en los oídos de otros. Allí es algo tan normal como ir a la peluquería o a darse un masaje. Lo que en España te hace un otorrino a puertas cerradas y con herramientas bien esterilizadas, en China te lo hacen en medio de la calle con aparatos de dudosa higiene. Fue precisamente el miedo a pillar una infección lo que me echó para atrás para probarlo, pero ahora casi que me arrepiento.

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Por cierto, investigando sobre la limpieza de cera en Internet, he dado con una curiosidad: existe un gen que determina qué tipo de cera tenemos. Parece ser que la raza blanca y la negra tienen una predisposición del 100% a tener cera húmeda, mientras que la gran mayoría de los asiáticos (en el caso de los chinos, más del 90%) la tienen seca. Así que igual hice bien no limpiándome los oídos, que a lo mejor me la habrían liado parda por tener un tipo de cera distinto.

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