Qué duro es ser niño y vivir en China

Antes de nada me disculpo por no haber actualizado el blog en tanto tiempo, pero el lunes pasado hubo un apagón en todo el colegio (cenar albóndigas con palillos a oscuras es toda una aventura) y no sé qué pieza del edificio donde vivo se fundió y nos hemos quedado sin Internet. Así llevo una semana, menos mal que un alma caritativa me ha dejado conectarme desde su casa. Han mandado la pieza a Pekín, así que a saber cuándo volveré a tener conexión.

Ahora que vivo en el colegio soy más consciente que nunca de lo que estudian estas pobres criaturas. Empiezan las clases todos los días a las 7:20, pero comienzan a llegar al colegio en torno a las 7:00. Lo sé porque me lo han contado, no porque yo esté despierta a esas horas. De lo que sí puedo dar fe es de la música que ponen a toda pastilla a las 6:00 de la mañana por los altavoces para despertar al personal. Hace dos días me desperté al ritmo de La camisa negra de Juanes. ¿Lo harían por mí?

Tienen clase hasta las 11:40 de la mañana cuando paran para comer. La hora del almuerzo es el mayor descanso que tienen porque, eso sí, la siesta no se la perdona nadie. Vuelven a clase a las 14:00 y paran para cenar a las 18:00. Lo increíble viene ahora: sólo tienen media hora para cenar, ya que luego tienen que volver al colegio para dar clase hasta las 22:20. Sí, las 22:20 de la noche.

Y los sábados y domingos también son lectivos. ¿Cómo se os queda el cuerpo?